domingo, 4 de octubre de 2009

9. El ADN como Molecula de la Herencia

En 1944, Oswald Avery, Colin McLeod y Maclyn McCarty publicaron un trabajo en el que establecieron que los genes se componen de ADN, con lo que quedó identificada la base química de la herencia, sustento de las teorías de Mendel y Darwin.
Los experimentos por los que lo determinaron, realizados durante más de una década en la Universidad Rockefeller de Nueva York, consistieron en infectar ratones con neumococos, bacterias de las que se conocían dos cepas: una patógena, que producía neumonía, y otra que no enfermaba. Avery y sus colegas descubrieron que podían convertir las bacterias inofensivas en patógenas, y que sus descendientes también lo serían. Aislaron distintos tipos de moléculas de las cepas patógenas, para determinar cuál podía ser responsable de la transformación. Esperaban que fueran las proteínas, pero concluyeron que era el ADN, cosa que los biólogos rechazaron con dos argumentos. El primero era que, de ser así, cada especie debía tener un tipo diferente de ADN (cosa que no sucedía, porque todos parecían ser químicamente iguales). El segundo, que la composición química del ADN parecía demasiado simple para contener toda la información necesaria para la vida.
Los dos argumentos eran erróneos, como quedó establecido hacia 1950, cuando un bioquímico nacido en Austria que trabajaba en la Universidad de Columbia, Erwin Chargaff (1905-2002), encontró que la proporción relativa de las bases del ADN varía de especie en especie, pero que siempre la cantidad de A es igual a la de T, y la de C a la de G, constataciones que hoy se conocen como las reglas de Chargaff. Esto daba al ADN suficiente complejidad como para contener el código genético de los seres vivos. Faltaba ahora descifrar la estructura de esa compleja molécula.

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